30 diciembre 2008

Un Loco / Parte 7



25 de agosto.
¡Debo matar a un hombre! ¡Debo hacerlo!



30 de agosto.
Lo he hecho. ¡Qué poca cosa!
Caminaba por el bosque de Vernes. No pensaba en nada, cuando apareció por el camino un niño que comía una rebanada de pan con mantequilla.
Se detuvo para verme pasar y dijo:
- Buen día, señor Presidente.
Dentro de mí pensé: “¿Y si lo mato?”
Le pregunté:
- ¿Estás solo, muchacho?
- Sí, señor.
- ¿Completamente solo, en el bosque?
- Sí, señor.

Las ganas de matarlo me embriagaron como el alcohol. Me acerqué a él dulcemente, pensando que trataría de huir. De repente lo cogí de la garganta y lo apreté, lo apreté con toda mi fuerza. ¡Él me miraba con ojos aterrorizados! ¡Qué ojos! ¡Redondos, profundos, limpios, terribles! Jamás había experimentado una sensación tan brutal pero tan corta. Sus pequeñas manos se aferraban a mis puños mientras que su cuerpo se estremecía como una pluma en el fuego. Después no se movió más.
Mi corazón latía con tanta fuerza como el corazón del jilguero. Tiré el cadáver en una fosa y lo cubrí de hierbas.
Volví a casa y tuve una buena cena. ¡Qué poca cosa! Por la noche me sentía alegre, ligero, rejuvenecido. Pasé la velada en casa del prefecto. Todos me encontraron ingenioso.
¡Pero todavía no he visto la sangre! No estoy Tranquilo.



30 de agosto
¡Han descubierto el cadáver! ¡Buscan al asesino! ¡Ja, ja, ja!

17 diciembre 2008

Un Loco / Parte 6


15 de agosto.

¡La tentación! La tentación ha entrado en mí como un gusano que repta, que avanza por todo mi cuerpo, por todo mi cerebro, que no piensa más que en matar: por mis ojos que necesito contemplar la sangre y ver morir; por mis oídos que desean escuchar algo horrible, desgarrador y demencial: el último grito de un ser; por mis piernas, que tiemblan por ir al sitio donde sucederá; por mis manos que se estremecen por el ansia de matar. ¡Qué extraordinario debe ser, propio de un hombre libre, por encima de los demás, dueño de su corazón, que busca sensaciones refinadas!




22 de agosto.

Ya no pude resistir más. He matado un animal pequeño para ensayar, para comenzar.
Jean, mi sirviente, tenía un jilguero en una jaula que colgaba de una ventana de la oficina. Lo he enviado a hacer un encargo y he aprovechado su ausencia para coger al ave y aprisionarlo en mi mano. Sentía latir su corazón. Estaba caliente. Subí a mi habitación. De vez en vez lo apretaba con más fuerza y su corazón latía más rápido. Era atroz y delicioso. Estuve a punto de ahogarlo, pero no habría podido ver su sangre.
Cogí unas tijeritas de uñas y le abrí la garganta de tres tijeretazos; lo hice cuidadosamente, con dulzura. El jilguero abrió el pico, lucho por escapar pero yo lo sujeté. ¡Vaya que lo sujeté! Hubiera sujetado a un dogo rabioso; y por fin vi la sangre correr, tan hermosa y tan encarnada, tan clara y brillante. Hubiera querido beberla. Remojé con ella la punta de mi lengua. Tiene buen sabor. Pero esta pobre ave tenía demasiado poca. No tuve tiempo de disfrutar el espectáculo como yo hubiera querido. Debe ser soberbio ver desangrarse a un toro.
Después hice como los verdaderos asesinos; enjuagué las tijeras y me lavé las manos, tiré toda el agua y llevé el cadáver al jardín para enterrarlo. Lo enterré bajo un arbusto de fresas. Jamás lo encontrarán. Todos los días comeré una fresa de esta planta. Verdaderamente se puede disfrutar de la vida cuando uno sabe cómo.
Mi sirviente lloró; piensa que el pájaro escapó. ¿Cómo podría sospechar? ¡Ja, ja, ja!

16 diciembre 2008

Un Loco / Parte 5



3 de julio.

Matar debe ser un placer extraño y delicioso: Tener frente a un ser vivo y pensante, hacerle un pequeño agujero, nada más que un pequeño agujero, y ver correr esa cosa roja que es la sangre, que hace la vida, y ya no tener delante más un montón de carne blanda, inerte y fría, vacía de pensamientos.


5 de agosto.

Yo, que he pasado mi existencia juzgando, condenando, matando mediante mis palabras y mediante la guillotina a quienes habían matado con un cuchillo. Hice como todos los asesinos que he condenado. ¡Yo! ¡Yo! ¿Quién podría saberlo?




10 de agosto.

¿Quién lo sabría jamás? ¿Acaso sospecharían de mí, sobre todo si elijo a alguien que no me interesa desaparecer?

10 diciembre 2008

Un Loco / Parte 4


30 de junio.

Matar es la ley; pues la naturaleza ama la eterna juventud y parece gritar en todos sus actos inconscientes: ¡Deprisa! ¡De prisa! Mientras más destruye más se renueva.






2 de Julio

El ser, ¿qué es el ser? Todo y nada. Para el pensamiento es el reflejo de todo. Para la memoria y la ciencia es un resumen del mundo que guarda dentro su historia dentro de sí. Espejo de las cosas y espejo de los hechos, cada ser humano llega a ser un pequeño universo dentro del Universo.
Pero viajen y miren la diversidad de las razas, y descubran que el hombre se convierte en nada, ¡en nada! Zarpen en barco y a medida que se alejan de la orilla plagada de gente no verán más que la costa. El ser, imperceptible, desaparece, pequeño e insignificante. Crucen Europa en un tren rápido y miren por la ventanilla: veremos hombres, sólo hombres, los mismos hombres de siempre, innumerables, desconocidos, que hormiguean por los campos, que hormiguean por las calles; los campesinos estúpidos cuyo único cometido es arar la tierra; las mujeres odiosas cuyo único cometido se limita a dar de comer al marido y a los niños. Vayan a la India, vayan a China, y verán agitarse a miles de seres que nacen, viven y mueren sin dejar más rastro que la hormiga aplastada en el camino. Vayan a la tierra de los negros alojados en casas de barro, y a la tierra de los árabes abrigados bajo una lona parada que ondea al viento, y comprenderán que el ser aislado, el individuo no es nada, nada. La raza lo es todo, ¿qué es el ser sino un miembro más de una tribu que vaga errante por el desierto? Estas gentes que son sabias no se inquietan por la muerte. El hombre para ellos no significa nada. Matan a sus enemigos; es la guerra. Nosotros solíamos hacer lo mismo hace tiempo, de provincia en provincia, de finca en finca.
Sí, atraviesen el mundo y miren hormiguear a los seres humanos innumerables y desconocidos. ¿Desconocidos? ¡Ah! ¡He aquí el meollo del problema! Matar es un crimen numeramos a los seres. Cuando nacen los registramos, les damos un nombre, los bautizamos. La ley los posee. ¡Eso es! El ser que no está registrado o cuenta: mátenlo en el llano o en el desierto; mátenlo en la montaña o en el valle ¡Qué importa! ¡La naturaleza ama la muerte! ¡Ella no castiga!
Lo que sin duda es sagrado es el Registro Civil. Es él que defiende al hombre. El ser es sagrado por estar inscrito en el registro Civil ¡respeto al registro Civil, el dios legal! ¡De rodillas ante él!
El Estado puede matar, pues tiene derecho a modificar el estado civil. Cuando hace degollar a doscientos mil hombres es una guerra, los tacha y los borra del Registro Civil, los suprime a través de sus escribanos y asuntos concluidos. Sin embargo, nosotros, que no podemos cambiar los libros del ayuntamiento, debemos respeta la vida. ¡Registro Civil, gloriosa divinidad que reina en los templos de los municipios, yo te saludo! ¡Eres más poderosa que la naturaleza, ja, ja, ja!

09 diciembre 2008

Un Loco / Parte 3


26 de Junio
¿Por qué entonces es un crimen matar? Si ¿Por qué? Si es la ley de la naturaleza. Todo ser tiene la misión de matar: Matar para vivir y vivir para matar. Matar es parte de nuestra naturaleza. La bestia mata sin cesar, a cada instante de su existencia. El hombre mata para alimentarse, pero como también tiene necesidad de matar por pura voluptuosidad, ha inventado la cacería. El niño mata a los insectos que encuentra, los pájaros, todos los pequeños animales que caen en sus manos. Pero esto no es suficiente para aplacar la irresponsable necesidad de matar que hay en nosotros. No basta con matar animales; También necesitamos matar seres humanos. Actualmente la necesidad de vivir en sociedad ha hecho del asesinato un crimen. ¡Condenamos y castigamos al asesino! Pero como no podemos vivir sin entregarnos a este instinto de muerte natural e imperioso, aliviamos este impulso de vez en cuando haciendo guerras en las que un pueblo entero acaba con otro en un derroche de sangre que enloquece a los ejércitos y que embriaga también a los civiles, a las mujeres y a los niños quienes leen, a la luz de una lámpara en medio de la noche, el relato exaltado de las masacres.
Podríamos creer que se desprecia a aquellos destinados a ejecutar tales carnicerías. ¡No, por el contrario, se les colma de honores! Los engalanamos con oro y ropas brillantes, con plumas en la cabeza, insignias en el pecho; Les otorgamos condecoraciones, recompensas, títulos de toda naturaleza. Son nobles, Respetados, amados por las mujeres, aclamados por la multitud, solo porque su misión consiste en derramar sangre humana. Desfilan por las calles con sus instrumentos de muerte, vestidos de negro, mientras la gente los mira con envidia. Porque matar es la más grande ley que la naturaleza ha puesto en los corazones de los seres. ¡No hay nada más bello y honorable que matar!